Llegados a
este punto del proyecto, quisiera introducir la noción de enjambre
social, propuesta por Dirk Baecker -y adecuada para observar cómo operan
los movimientos vanguardistas (tanto vanguardias históricas como la
neovanguardia)-, con el objeto de incoporarla a la autodescripción de
nuestras actividades a realizar:
«Un
enjambre es definido como una instancia de inteligencia distribuida,
caracterizada por la emergencia, la autonomía y el funcionamiento
distribuido, y reproducida por mecanismos de retroalimentación positiva,
retroalimentación negativa, amplificación de fluctuaciones y múltiples
interacciones mutuamente tolerantes (...)
Cualquier
enjambre social es más que una masa en movimiento. Es presentación y
audiencia, actores y públicos, y está formado de elementos que no sólo
incluyen a individuos, actores o acciones, sino también comunicaciones. La comunicación produce redundancia con respecto a la variedad y construye de este modo sentido con respecto al sistema y al entorno. Las operaciones como también los símbolos diferencian y reproducen al enjambre en relación a su ambiente social, mental y natural. No lo aíslan-de, sino que lo relacionan al conjunto de la sociedad»
Al ver la resonancia entre el motivo de la grulla y el concepto de enjambre, quise expandir aún más el significado, buscando a través de un quid relacional un posible tercer vínculo intertextual (quizá no sobre decir que para ello empleé google). Encontré entonces que, en el acto tercero de la segunda parte del Fausto de Goethe, Forquias dice lo siguiente:
«Las grullas siguen su camino y el viajero el suyo»: es una formulación que sintetiza el encuentro exitoso entre el flâneur-observador-oídor-andante (público al que nos dirigimos) y esos dispositivos de provocación que serán nuestras grullas, las cuales emiten sus graznidos estridentes, formando un ruidoso enjambre y obligando al viajero silencioso a levantar la cabeza.
Aún más me emocioné al encontrarme con que inmediatamente la metáfora de las grullas da lugar a la de las Ménades (divinidades dionisíacas) que «osan llevar el barullo» hasta lo sublime (en mi interpretación), pero que también «ladran como un tropel de perros a la luna». Inmediatamente, en una tercera transformación del devenir-animal (como en Zarathustra camello-león-niño) son ahora una plaga de langostas acabando con todo: imagen del desgaste y el gasto acorde con la teorización económica de Bataille: «Este gasto es la porción de la economía que se opone a las fuerzas de producción y acumulación. Lo sagrado creaba cohesión social en las sociedades primitivas, pero en una sociedad basada en la acumulación, significa su subversión».
Según un esquema aún muy vigente en la sociedad actual se encuentra, por un lado, el mundo del trabajo, de la acumulación, de los sistemas y las funciones; por otro, el mundo del ocio, del arte, del gasto, del desgaste. Pero el segundo objetivo del proyecto Grullas o Los Grúidos, es cuestionar la binariedad producción(hacedor)-consumo(espectador), incorporando desde un principio como material el deshecho que el mundo funcional va dejando (desperdicios de papel), luego reincorporando su propio deshecho al reciclaje y a nuevas creaciones.
Vale la pena hacer la siguiente acotación: habíamos considerado como primer objetivo el demostrar cómo es posible crear comunidad, mostrando y documentando el proceso mismo de creación de un movimiento; en este caso, realizado por un enjambre de grullas de papel. Pero el que las grullas sean de origami simboliza aún más una capacidad de transformación, de autometamorfosis ontológica. Grullas que podrían devenir perros y luego langostas, luego camellos, luego leones, luego niños. Tejiendo a Bataille con Nietzsche y con Goethe: el camello sería el momento de acumulación-saturación; el león es para Nietzsche la capacidad de hacer(se) libertad para un nuevo hacer (Freiheit sich schaffen zu neuem Schaffen) y finalmente llegaríamos al niño como última transformación: «La inocencia es el niño y el olvidar, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que gira a partir de sí misma, un primer movimiento, un divino decir-Sí» (Unschuld ist das Kind und Vergessen, ein Neubeginnen, ein Spiel, ein aus sich rollendes Rad, eine erste Bewegung, ein heiliges Ja-sagen).
Mi propuesta es que, al trabajar con niños, incorporemos ese juego del nuevo comienzo permanente, haciendo énfasis en la técnica del origami como simbolización de la plasticidad del ser, entregado a una constante autometamorfosis ontológica. Basta con desdoblar y volver a doblar de otra manera...