miércoles, 22 de mayo de 2013

La lectura de lo contemporáneo

Personalmente lo contemporáneo, como el agua que uno intenta retener en las palmas de la mano, siempre me ha escapado.  Escribo esto pensando específicamente en el arte. Son muchas las exposiciones de las cuales he salido pensando "esto es una tomada de pelo, hasta yo podría ser artista". Sin embargo, lejos de desprestigiar las producciones artísticas, siempre asumí que algo se me escapaba, que existía dentro (o fuera) de esos objetos algo que yo percibía, algo que no podía ver y que no me permitía ver la profundidad de lo que se produjo y se me presentaba ante mi. Después de leer, reflexionar y discutir, he llegado a una explicación que me satisface: el arte contemporáneo es susceptible de ser leído/interpretado de diferentes maneras, y es en el tipo de abordaje a partir del cual el espectador parte que se determinan las posibilidades de su experiencia para con esos objetos. 

Este supuesto parte de las propuestas de Austin y Searle (desde un punto de vista epistemológico) y de Brunner (desde la psicología) quienes identifican en el lenguaje diferentes actos: lo locutivo, lo perlocutivo y lo interlocutivo. La propuesta es que en toda producción verbal se puede identificar una intención del autor, un mundo de posibilidades de significados de lo que se dijo, y lo que pueda entender el receptor. Ahora bien, en el arte podríamos ver lo mismo: una cosa es lo que yo percibo, otra la que el autor quiso transmitir y otra lo que el objeto por si mismo (podríamos decir, libre o independiente) transmite. 

De esta forma me vi encerrado en la primera opción, en una mirada, sin más, de lo que se produjo. Sin embargo, cuando se regresa a una exposición que ya fue "juzgada" superficialmente, con un contexto, el del autor, entonces se abren las puertas a un nuevo mundo de significados "escondidos" en donde los más pequeños detalles cobran una importancia imperceptible al ojo "desnudo". 

Se puede sin ningún problema entrar a una exposición sin detenerse a leer nada, exponiéndose a los productos y de ello se derivan un conjunto de pensamientos y sensaciones. Esta huella que deja la exposición en nosotros es susceptible de ser modificadas si la exposición es abordada de otra forma, por ejemplo leyendo la información disponible y/o haciendo investigaciones previas. Esta postura difiere de la primera en tanto que asume que la exposición no lo es todo, sino una materialización de algo más grande que es la intención-motivación-idea del autor.

Así, queda entonces que de una idea (que con dificultad se puede abarcar en su totalidad con el lenguaje), se produce una obra, un objeto que se presenta a terceros. Es opción de estos terceros, al enfrentarse a una obre profundizar o  no en el contexto espacio-temporal del artista para así poder acercarse lo más posible a encontrar su intención detrás de su producción. Eso es lo que se me escapaba, la posibilidad de reconocer esa intención. Una intención supone un mensaje, algo que expresar, que denunciar, que promover, que defender...

Dejo entonces la siguiente pregunta, ¿podríamos desarrollar un manual de lectura de lo contemporáneo? ¿Tendría algún sentido?

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